No en todo el mundo existen las rígidas normas de las que disfrutamos en España a la hora de poner la placa que identifica a nuestros vehículos. Desde que el número de automóviles que circulaba por las carreteras (o caminos, más bien) se incrementó lo suficiente como para hacer necesaria la citada identificación, cada país o región ha elegido su particular manera de emitir las matrículas, siendo EE.UU. uno de los más permisivos en este aspecto.
En el país norteamericano, como federación de estados que es, precisamente es cada uno de éstos el responsable de la identificación de los vehículos registrados en su territorio.
Prácticamente el tamaño de la placa en sí es lo único en lo que coinciden los 50 estados más el Distrito de
Columbia que conforman los EE.UU., porque la normativa suele variar en cuanto se cruzan las fronteras interestatales.
Por ejemplo, como en casi cualquier otro país del mundo, en todos los estados de la Unión es necesario pasar por el Departamento de Vehículos a Motor (el equivalente a nuestra Dirección General de Tráfico) correspondiente, donde tras pasar inevitablemente por caja tendremos nuestro vehículo matriculado.
Los importes de las tasas los fija cada estado, pero en casi todos suelen resultar más bajos que en España (donde matricular un coche cuesta un poco más de 90 euros).
Los formatos utilizados son igual de variados y pueden ser números (“123456″ ó “123-456″) o combinaciones de números y letras (“1ABC234″, “ABC1234″, etc.); además, todas las matrículas suelen incorporar algún distintivo que hace referencia al estado en cuestión (como se aprecia en la imagen de la izquierda con las típicas y cinematográficas palmeras de California).
También las costumbres estadounidenses son reflejadas en las matrículas; no solamente hay placas específicas para servicios públicos (policía, bomberos), cuerpo diplomático, vehículos especiales, etc., sino que -por ejemplo- se puede optar por lo que en el mundo anglosajón se denomina charity (caridad) o por otras actividades de carácter altruista o benéfico: mediante el pago de una pequeña cantidad suplementaria, con nuestra matrícula podremos presumir de ayudar al desove de las tortugas marinas o de ser donante de órganos.
Universidades, hermandades de estudiantes, equipos deportivos, asociaciones profesionales, etc., también se pueden ver beneficiados por los propietarios de vehículos, pero también los minusválidos tienen derecho a portar un distintivo especial que les permite estacionar en prácticamente cualquier sitio.
Y, faltaría más, como ya se aprecia en las imágenes superiores la personalización puede llegar a los límites de nuestra imaginación, ya que en algunos estados la libertad es casi absoluta. Pero lo mejor es que el coste suele ser muy bajo: el importe de la tasa se sitúa entre 25 y 100 dólares estadounidenses, dependiendo sobre todo del estado en el que residamos.
Como remate, los conductores en EE.UU. pueden llevar sus gustos y preferencias hasta al marco decorativo que rodea la matrícula; a nosotros es lo que más nos agrada: que pueden poner y hacer casi todo lo que les apetezca, por horriblemente feo que resulte.